En enero del 2003, Mario Vargas Llosa aún no ganaba el Premio Nobel, pero ya era, sin duda, el escritor más universal del Perú. Por ese entonces, Antamina operaba a plena capacidad en Áncash, y Carlos Oviedo, responsable de Comunicación de la empresa, recibió un encargo singular: acompañar al autor de Conversación en La Catedral durante una visita privada a la mina.
“Asentí de inmediato cuando el presidente de Antamina me propuso encargarme de una visita privada de Mario Vargas Llosa a las instalaciones de la mina”, escribe Oviedo en su crónica El viaje privado de Vargas Llosa al Callejón de Conchucos, en la que cuenta la anécdota que vivió con el fallecido escritor peruano.
Vargas Llosa, por entonces crítico acérrimo del Gobierno de Alberto Fujimori, prefería viajar con bajo perfil para evitar hostilidades mediáticas. Esta vez, su plan era recorrer el Callejón de Conchucos junto a un pequeño grupo de amigos y allegados: el escritor Alonso Cueto y el antropólogo Juan Ossio.
El grupo había organizado el recorrido partiendo desde Huaraz. La ruta seguía la carretera construida por la empresa minera, que nacía en la laguna de Conococha, pasaba por Antamina y llegaba a San Marcos, con paradas en distintos destinos, entre ellos las misteriosas ruinas del castillo de Chavín de Huántar. Antes de que existiera esta vía asfaltada —relata Oviedo—, el acceso era un camino de tierra largo y accidentado por el flanco occidental de la cordillera”.
Oviedo viajó a Huaraz para recibirlos. “Estaban alojados en un hotel en las afueras de la ciudad. En los alrededores había un par de policías que restringían el acceso, y ya en el hotel, había personal de vigilancia que cumplía las órdenes de que no se perturbara al escritor ni a su comitiva. Finalmente, saludé a Alonso Cueto, escritor y periodista, quien me facilitó el acceso a Mario y Patricia Vargas Llosa”, recuerda.
La visita a la mina continuó con una cena de bienvenida en el campamento El Pinar, un espacio rodeado de pinos que miraba hacia la Cordillera Blanca. Era temporada de lluvias y hacía frío, pero el ambiente era cálido.
El chef francés Stephan Champagne —cuyo nombre fue tomado con humor— sirvió un menú de cocina novoandina: carne de alpaca, cuy al horno con quinua y mousse de camu camu. Vargas Llosa firmó algunos libros tras la cena.
Oviedo había preparado un discurso de homenaje, pero nunca lo pronunció. “Cuando ya todo había concluido, metí mi mano al bolsillo y observé unas notas a mano que había hecho, apremiado ante el encargo de dar el ‘discurso’ de bienvenida. Había pensado en unas alusiones previas a la obra del laureado escritor”, cuenta.
Vargas Llosa se fue como llegó: sin discursos ni pretensiones. Pero dejó una anécdota que hoy, dos décadas después, es digna de recordar en Compañía Minera Antamina.
Un defensor del sector minero formal
Años después de aquella visita, Mario Vargas Llosa no solo habló de literatura, sino también del rol de la minería formal en el desarrollo del país. En una entrevista con el diario chileno La Tercera, en el 2021, calificó la minería ilegal como un problema “catastrófico para el Estado y para la naturaleza”, y criticó la movilización en su defensa, que pasaba por alto los delitos ambientales y sociales que aún conlleva.
También respaldó grandes proyectos de inversión minera y advirtió sobre el uso político del ecologismo por parte de ciertos sectores. “Hay una izquierda radical que ha encontrado en el ecologismo una bandera que le permite resucitar los viejos problemas. Es lo que ha ocurrido con la resistencia de algunos grupos al proyecto minero de Conga, en Cajamarca, que implica una inversión de US$ 4,500 millones para una región muy pobre. Hay una confrontación que puede tener consecuencias serias”, manifestó.
En el 2021, durante el Gobierno de Pedro Castillo, fue más contundente: “Lo que tiene el Perú es la minería, ¿no es cierto? Entonces, si quiere acabar con la minería, va a acabar con el país, simplemente”, declaró en una entrevista con la agencia noticiosa EFE. En esa misma conversación, expresó su preocupación por la incertidumbre política y su impacto en las inversiones, y defendió que, más allá de ideologías, el país necesita estabilidad y una apuesta decidida por su principal motor económico.
Aunque su obra literaria fue siempre su carta de presentación, Vargas Llosa nunca eludió el debate público sobre los grandes temas del país, dejando un legado claro: el compromiso con la defensa de la democracia, la libertad y el desarrollo como argumentos para superar la pobreza. El Nobel de Literatura 2010 también defendió la inversión privada, denunció los estragos que cometía la minería ilegal, y sostuvo —hasta sus últimos años— que la minería moderna y formal es clave para el futuro del Perú.