El nombre del molibdeno proviene del griego “molybdos” (o como el plomo). Durante siglos, su mineral principal —la molibdenita— se confundió con el grafito o minerales de plomo. Sin saberlo, civilizaciones antiguas ya utilizaban este metal. Las legendarias espadas de Damasco deben su resistencia y durabilidad al molibdeno presente como impureza natural en el acero indio utilizado para forjarlas, como han revelado estudios metalúrgicos modernos.
No fue hasta 1778 que el químico sueco Carl Wilhelm Scheele logró distinguir la molibdenita del grafito. Tres años después, su compatriota Peter Jacob Hjelm aisló por primera vez el metal puro, aunque su verdadero potencial permanecería oculto hasta el siglo XX.
La Primera Guerra Mundial marcó el punto de inflexión. Con el wolframio escaso, los aliados redescubrieron el molibdeno como sustituto ideal para endurecer aceros en blindajes y cañones. La Segunda Guerra Mundial confirmó su valor estratégico en los motores a reacción.
En la posguerra, el molibdeno se convirtió en pilar de la industria moderna: desde rascacielos y puentes hasta la industria aeronáutica y automotriz. En el sector de la energía y medio ambiente, en las plantas de energía, tanto fósiles como nucleares, el molibdeno es vital para tuberías, turbinas y generadores que operan a altas temperaturas y presiones.
Recientemente, su papel es fundamental en la transición energética: es un componente esencial en los aceros utilizados para las torres y los cimientos de los aerogeneradores y en los sistemas de tuberías de las plantas solares termoeléctricas. Finalmente, en la electrónica y química, la molibdenita es un semiconductor prometedor para la próxima generación de transistores, más pequeños y eficientes que los de silicio.
El molibdeno metálico puro se usa en filamentos para hornos de alta temperatura y como electrodos en fundidores de vidrio. Sus compuestos químicos, como el trióxido de molibdeno, se emplean como catalizadores en la industria petroquímica para eliminar el azufre de los combustibles y en la producción de polímeros.
En el Perú
El Perú, reconocido mundialmente por la diversidad de su producción de minerales, ha visto en las últimas décadas cómo este metal comienza a encontrar su propio espacio en el panorama extractivo. Su producción en el país no suele provenir de minas dedicadas exclusivamente a él, sino que es un subproducto de la minería del cobre, lo que lo convierte en un recurso de valor agregado que mejora la economía de los grandes proyectos cupríferos.
La geología andina es particularmente generosa con el molibdeno. Se encuentra asociado a los pórfidos cupríferos, un tipo de yacimiento característico de la Cordillera de los Andes, donde el cobre es el metal principal, pero donde el molibdeno aparece en cantidades económicamente recuperables.
La producción de molibdeno en el Perú se concentra en las grandes minas de cobre. Southern Copper Corporation lidera históricamente este rubro, con operaciones en Cuajone (Moquegua) y Toquepala (Tacna), donde mediante un proceso llamado flotación obtiene el molibdeno como subproducto. Junto a ella, Sociedad Minera Cerro Verde, en Arequipa, y Quellaveco, en Moquegua —que contribuyó con 12.1% de la producción entre enero y agosto de 2025—, son actores clave. Estas empresas aprovechan su escala cuprífera para generar molibdeno de manera consistente.
Compañía Minera Antamina, en Áncash; Minera Chinalco con Toromocho, en Junín, y Las Bambas, en Apurímac, completan el grupo de principales productores. Aunque el molibdeno es un subproducto, su recuperación se optimiza con tecnología, y la producción se destina principalmente a los mercados internacionales.
Por ende, el molibdeno es mucho más que un simple subproducto de la minería del cobre en el Perú. Es un elemento cuya historia está indisolublemente unida al progreso tecnológico de la humanidad, y su presente y futuro están ligados al potencial geológico y la capacidad industrial del país. Desde las legendarias espadas de los guerreros medievales hasta los aceros que permiten explorar los confines del espacio y desarrollar energías limpias, el molibdeno ha sido un facilitador silencioso.
Hoy, el Perú ocupa un lugar estratégico en el mapa global de este metal, demostrando que en las entrañas de los Andes yace no solo el rojo del cobre, sino también el gris plateado y resistente del molibdeno, un metal que forja el futuro.



