La transición energética global ha situado al litio como un mineral estratégico, esencial para baterías de vehículos eléctricos, almacenamiento energético y redes inteligentes. Australia, Chile y Argentina lideran esta demanda, mientras que el Perú, pese al hallazgo de yacimientos en Puno, aún enfrenta múltiples incertidumbres.
Según BloombergNEF, se espera que la demanda mundial de litio se multiplique por más de cinco veces hacia el 2035. El mercado está dominado por productores de salmuera (Chile, Argentina) y roca dura (Australia), además del control de refinación de China. Aunque los precios alcanzaron máximos entre el 2021 y el 2022, hoy han bajado, pero muchos analistas coinciden en que la trayectoria a mediano y largo plazo sigue en alza.
En el Perú, el proyecto Falchani (Puno), liderado por la canadiense American Lithium, es uno de los depósitos de litio en roca más grandes aún no desarrollados, con recursos estimados en 4.7 millones de toneladas de carbonato de litio equivalente. Este yacimiento generaría una producción potencial de 84 mi toneladas/año y requeriría de una inversión cercana a US$ 800 millones. Pero hasta ahora no se ha aprobado un completo Estudio de Impacto Ambiental (EIA), y los recursos aún no califican como reservas probadas.
El informe “Potencialidades y desafíos de la explotación del litio en el Perú” del Natural Resource Governance Institute (2024) identifica los principales desafíos: vacío regulatorio, sin marco claro para el manejo ambiental (incluido el uranio) en Puno; riesgos ambientales por cabeceras de cuenca y glaciares, y la cercanía de minerales nucleares; así como la falta de gobernanza, con brechas entre discursos públicos y capacidades técnicas.
El panorama internacional ofrece lecciones claras: Argentina duplicó sus inversiones en litio entre el 2019 y el 2025, colocándose como segundo mayor productor; y Chile mantiene su infraestructura consolidada pese a restricciones. Bolivia, en contraste, sigue rezagada por falta de inversión y marcos poco claros.
En el Perú, la inversión destinada a litio es aún marginal. De acuerdo con distintas fuentes, en el 2024 solo se destinaron US$ 6 millones para exploración, muy por debajo de otros minerales (US$ 612 millones en cobre). A pesar de los discursos gubernamentales que estiman que Falchani podría aportar hasta un 15% de las reservas mundiales, las autoridades técnicas llaman a ser cautos, ya que aún no hay recursos verificados.
El potencial económico es innegable: según Fortune Business Insights, se proyecta que el mercado de litio alcance US$ 55,520 millones para el 2032, impulsado por la electromovilidad. Sin embargo, sin un marco legal claro, territorio socialmente empoderado y mecanismos de industrialización local (como el desarrollo de baterías en la Universidad Nacional de Ingeniería), este potencial podría no materializarse.
De acuerdo con el informe Critical minerals and the energy transition de EY (2023), los países deben ofrecer no solo recursos, sino también seguridad jurídica, gobernanza y sostenibilidad. De lo contrario, el litio se convierte más en un eslogan que en un motor de desarrollo económico.
El Perú se encuentra en una encrucijada estratégica: tiene recursos notables, pero está lejos de ser un competidor real en el mercado global del litio. La ventana para actuar se cierra rápidamente. Solo una estrategia estatal integradora —marco regulatorio robusto, diálogo social, inversión sostenible y respaldo técnico— puede convertir este recurso en una fuente de crecimiento real.