En la historia económica del Perú, pocas fuerzas han sido tan decisivas como los superciclos de las materias primas. Con periodos de precios altos, impulsados por cambios en la oferta y demanda mundial, han promovido la elevación de las exportaciones y las arcas fiscales, y desatado importantes olas de inversión. Pero también han dejado en evidencia el reto de transformar esa riqueza temporal en un desarrollo sostenido.
Guano, salitre y caucho
El Perú republicano vivió sus primeros “superciclos” de recursos a mediados del siglo XIX, cuando dos fertilizantes naturales —el guano de las islas y el salitre del desierto— se convirtieron en los pilares de la economía.
Durante el boom del guano (1840-1870), la demanda internacional de este fertilizante orgánico disparó las exportaciones peruanas: el volumen anual exportado pasó de apenas 8 mil toneladas en 1841 a 729 mil toneladas en 1870, un crecimiento promedio de 16.8% anual, según consigna el Instituto Peruano de Economía (IPE). Hacia 1876, el guano representaba casi 70% de las exportaciones del país, seguido por el salitre con 19%. Fiscalmente, los ingresos de las ventas externas de guano llegaron a explicar más de la mitad de los ingresos públicos entre 1850 y 1878, e incluso superaron el 80% en la contribución al erario en algunos años.
Esta “Edad de Oro” guanera financió el funcionamiento del Estado y permitió ciertas mejoras en infraestructura, como la construcción de puertos y ferrocarriles para mover las cargas de exportación. Sin embargo, la abundancia no se tradujo en un desarrollo sostenible. Según el historiador Carlos Contreras, grandes falencias en la gestión de los recursos públicos y corrupción impidieron que la renta generada por el guano mejorara servicios básicos como la educación o fomentara nuevas actividades productivas.
Asimismo, la falta de diversificación productiva hizo que, al agotarse el recurso de las islas guaneras y aparecer fertilizantes sintéticos, el país quedara endeudado. El salitre, que vivió su propio auge en la década de 1870, se perdió tras la Guerra del Pacífico. Apenas algunos años después, en la Amazonía, la “fiebre del caucho” (1880-1914) llevó a Iquitos a convertirse en centro de comercio internacional, abasteciendo cerca del 30% del consumo mundial, refiere El Comercio.
Ciclos mineros del siglo XX
Con el ocaso de los fertilizantes y del caucho, la minería metálica cobró protagonismo a fines del siglo XIX y comienzos del XX. La llegada de capital extranjero marcó un punto de inflexión: en 1902 se fundó la Cerro de Pasco Copper Corporation, que junto con otras empresas extranjeras impulsó el desarrollo de minas de cobre, plata y plomo a gran escala, inaugurando la era de la gran minería moderna en el país, recuerda Osinergmin en su libro La industria de la minería en el Perú. Este periodo introdujo métodos más mecanizados y un enfoque empresarial moderno, transformando a centros mineros, como Cerro de Pasco, en polos de referencia.
Durante la Primera Guerra Mundial, el alza de precios internacionales de los metales favoreció la producción peruana. Sin embargo, la Gran Depresión de 1929 desplomó la demanda global y paralizó las inversiones, mostrando la vulnerabilidad de una economía dependiente de los vaivenes externos.
El boom de la posguerra y la década perdida
La reconstrucción de Europa y Japón, tras la Segunda Guerra Mundial, impulsó la demanda de metales y marcó un nuevo ciclo expansivo. Entre 1948 y 1956, la minería creció 8.3% anual, según el IPE, favorecida por proyectos de envergadura como Marcona (hierro, 1953) y Toquepala (cobre, 1959). Este ciclo combinó inversión extranjera y políticas estatales más activas, consolidando al Perú como un proveedor clave de materias primas para la industria mundial.
A fines de los años 60 y durante los 70, factores como la inflación internacional y la alta demanda industrial llevaron los precios del cobre a récords históricos en 1974, mientras que el oro y la plata alcanzaban picos en 1980. El Gobierno Militar aprovechó este contexto para nacionalizar gran parte del sector, creando empresas estatales como Centromin y Minero Perú. Durante este periodo se puso en marcha Cuajone (1976), y la producción de cobre se triplicó entre 1960 y 1980.
La recesión mundial de 1981-1982 y la caída de precios globales cerraron abruptamente este ciclo, inaugurando la llamada “década perdida” para la minería, con una posterior fuga de capitales y paralización de nuevos proyectos.
El gran superciclo del siglo XXI
Sin embargo, entre 2003 y 2012, el incremento de la demanda de China y otros mercados elevó los precios de los metales a niveles históricos: el cobre pasó de US$ 0.70 por libra a más de US$ 4 y el oro superó los US$ 1,800 por onza. La bonanza impulsó la inversión minera de US$ 235 millones en el 2003 a casi US$ 8,900 millones en el 2013, permitiendo desarrollar proyectos como Toromocho, Las Bambas y expansiones en Antamina y Yanacocha.
Las exportaciones de cobre crecieron 6% anual y la minería llegó a representar más del 60% del valor exportado. El auge contribuyó a un crecimiento económico entre 5% y 6% anual y a reducir la pobreza del 60% al 25%, generando encadenamientos productivos significativos: cada empleo minero formal, por ejemplo, creaba ocho empleos adicionales.
Este ciclo evidenció algunos problemas: mala gestión de recursos en los Gobiernos subnacionales, corrupción y conflictos sociales por falta de beneficios visibles en las zonas mineras. El fin del ciclo hacia 2013-2014 trajo consigo una caída de precios, la postergación de proyectos y un menor dinamismo, aunque con una producción que se mantuvo al alza y con el Perú como destino relevante para la inversión minera.
Perspectivas hacia un nuevo superciclo
Tras varios años de precios moderados, la pandemia de la COVID-19 y la recuperación global reavivaron las cotizaciones de las materias primas.
En el 2021, el cobre alcanzó un récord de US$ 4.86 por libra. Y varios analistas del mercado ven en la transición energética global un motor potencial para la generación de un nuevo ciclo con precios elevados, que ya está en curso, dado que metales como el cobre, el litio y el níquel —esenciales para la electromovilidad, la energía solar y eólica, y otras tecnologías limpias— han experimentado alzas en sus precios internacionales y cotizaciones récord, en el caso del cobre.
La historia demuestra que los superciclos de materias primas, por más intensos que sean, suelen ser transitorios. El verdadero desafío para el Perú es convertir las rentas percibidas por el fisco en inversiones que trasciendan coyunturas. Diversificar la economía, fortalecer la gestión pública, generar institucionalidad, y priorizar la sostenibilidad ambiental y social serán claves para que las próximas bonanzas no se conviertan en oportunidades perdidas, sino en cimientos duraderos para el desarrollo del país.