El presidente del Grupo de Exploraciones de la SNMPE y gerente de Exploraciones de Río Tinto, Jonas Mota-e-Silva, detalla los desafíos técnicos, sociales y regulatorios que enfrenta la exploración minera en el Perú, desde los extensos plazos para obtener permisos hasta los mitos que persisten en las comunidades, y plantea potenciar cambios para hacer más competitivo al país sin afectar la sostenibilidad.
¿Cómo definiría la exploración minera? ¿Qué la diferencia de otras etapas del desarrollo minero y por qué es tan determinante para la sostenibilidad del sector?
La exploración minera es la actividad holística que busca encontrar concentraciones anómalas de ciertos metales o elementos químicos que son de interés de la sociedad, necesarios para la vida cotidiana, ya sea en la ciudad o en el campo. En el Perú se maneja un concepto un poco diferente, porque se separa en dos mundos: prospección y exploración. Prospección son las etapas muy tempranas, con geólogos caminando, haciendo mapeos, con sensores remotos, haciendo muestreos geoquímicos, estudios geofísicos, pero sin perforación. La exploración empieza cuando se utiliza una máquina para perforar, comprobando las hipótesis generadas en la prospección. Si todo va bien, culmina con la definición de un nuevo cuerpo mineral.
El rol de la exploración minera es similar al de un departamento de Investigación y Desarrollo en la industria farmacéutica: se hacen estudios, investigaciones y pruebas con el objetivo de descubrir nuevos “productos”, en este caso cuerpos mineralizados. Es un negocio, y como tal mide su performance con indicadores, pero fuertemente basado en la ciencia, en este caso en las geociencias. Hoy es mucho más sofisticado e involucra profesionales de distintas áreas, como arqueólogos, biólogos o científicos sociales, además del uso de tecnología y un mayor relacionamiento con las comunidades.
¿Qué etapas hay en la exploración? ¿Qué estudios y trámites son necesarios?
Primero, la empresa debe tener claro qué está buscando: elegir el metal o elemento y priorizar franjas del planeta con mayor potencial. La priorización no puede ser solo técnica; por ejemplo, no buscaría oro en una zona con parques nacionales o áreas con una relevante sensibilidad cultural. Se interpreta toda la data pública y privada existente y, con ello, se priorizan distritos. Cuando no se encuentran áreas libres en distritos de interés, se debe acceder a ellas mediante acuerdos comerciales con quienes ya tienen concesiones o por medio de los remates que organiza el INGEMMET.
En prospección, el acceso al terreno requiere el permiso de la comunidad o del propietario, algo que suele ser más sencillo porque no involucra el uso de maquinarias. Tras uno o dos años de trabajo se genera, si es el caso, una hipótesis de la existencia de un potencial yacimiento. Entonces el proceso se vuelve más complejo: se necesita un permiso de acceso más elaborado, una línea base ambiental y social, talleres informativos, armar un expediente y la aprobación de un instrumento de gestión ambiental por parte del Ministerio de Energía y Minas. En el Perú, llegar a perforar el primer pozo en exploración temprana puede tomar tres o cuatro años, mientras que en la mayor parte de Brasil demora dos semanas; en el norte de Chile, un mes; y en Estados Unidos, dos meses.
¿Qué factores limitan el desarrollo de los proyectos de exploración?
Hay tres grupos de factores limitantes. En primer lugar, están los permisos gubernamentales y los acuerdos comunitarios. En segundo lugar, la viabilidad económica o la economía del proyecto, que puede verse afectada por falta de infraestructura, la ley del yacimiento, los costos de energía y otros. Y, en tercer lugar, está la viabilidad social o ambiental de un emprendimiento, entendiendo que no todos los proyectos las van a tener.
¿Cuáles son los principales mitos en torno a la exploración minera en el Perú?
El más clásico es que la exploración contamina. No es cierto. Es una actividad puntual y de pequeña escala. Una máquina de perforación impacta lo mismo que un tractor en la siembra de papas: genera ruido o polvo, pero son mitigables.
Otro mito es que se va a construir una mina o que se está sacando oro del pozo. También hay expectativas exageradas sobre empleo: la exploración no genera cientos de puestos de trabajo, sino alrededor de diez. Por eso es clave manejar expectativas y ser muy transparentes.
Una de las herramientas más efectivas que hemos usado son las pasantías: llevar a las comunidades a conocer un programa de exploración, ver la máquina de perforación, el manejo de testigos (muestras) y el campamento suele cambiar sus percepciones. En Huánuco, por ejemplo, pasamos de la desconfianza total al apoyo activo después de estas visitas. Esto se puede comparar con mi país, Brasil, donde la gente está generalmente más familiarizada con máquinas e industrias, por lo que ver una perforadora no genera alarma. Además, los permisos allá son proporcionales al impacto de la actividad, evitando falsas expectativas.
Bajo el argumento de que la gran minería acapara concesiones y las mantiene sin explotar, se busca presionar al Estado para revertir las concesiones que no registran actividad. ¿Es así?
No tiene sentido mantener concesiones sin trabajos de exploración. Si no se registra inversión, normalmente es por falta de permisos de acceso. En el Perú, el régimen de concesiones es bueno: se paga un derecho de vigencia anual de US$ 3 por hectárea y penalidades crecientes a partir del año 11, que pueden llegar a 10% de la UIT por hectárea al año 20. En proyectos de decenas de miles de hectáreas, eso puede significar millones de dólares anuales, por lo que las empresas se sienten presionadas a desarrollar o a dejar el proyecto, evitando que se especule sobre grandes áreas concesionadas.
Se ha demostrado que hay operaciones ilegales dentro de concesiones formales, donde ya se han desarrollado estudios de exploración. ¿Qué piensa sobre ello?
Es un problema complejo. El Perú tiene una alta tolerancia a la informalidad y a la ilegalidad. La ausencia del Estado en zonas remotas, junto con la pobreza, lleva a algunas personas a ver la minería ilegal como una opción de sustento. Puede haber coexistencia entre exploración inicial y minería artesanal si hay regulación, respaldo comunitario e intermediación del Estado.
Desde el Grupo de Exploraciones de la SNMPE, trabajamos con entidades gubernamentales y sociedad civil para explicar qué es la exploración minera y por qué es clave simplificar permisos para la exploración temprana. También nos reunimos para compartir experiencias y mejores prácticas entre las empresas.
La exploración garantiza que haya operaciones mineras después. Sin embargo, últimamente no se han descubierto proyectos de gran envergadura. ¿Por qué se da esto?
La exploración brownfield —alrededor de minas existentes— sigue fuerte y permite ampliar su vida útil. Lo que ha caído es la exploración greenfield, que busca yacimientos completamente nuevos. Este tipo de exploración es más compleja por los permisos, la oposición social, la difusión de información falsa y porque los yacimientos fáciles de encontrar ya fueron hallados. Además, hay menos interés por parte de los inversionistas. Esto es paradójico porque se necesitan más metales para enfrentar el cambio climático y electrificar la economía.
Se ha propuesto una revisión de la política de concesiones mineras. ¿Qué ajustes serían razonables sin afectar la predictibilidad que requieren los proyectos formales?
La política actual es buena, pero puede mejorar. Por ejemplo, hacer más transparente el esquema de remates de concesiones y evitar que los postores dilaten los procesos. Se debería buscar la coexistencia entre gran minería y pequeña minería, y avanzar en trazabilidad del oro y del cobre, así como en el control de insumos, como los explosivos.
En el Perú, las concesiones tienen un plazo máximo de 30 o 31 años hasta que empiece la producción. Si no se produce en ese tiempo, caducan. En consecuencia, acortar los plazos para permitir que se lleva a cabo la exploración es clave.