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Conflictos mineros: estrategia y alineamiento

"El problema de la minería pasó de gripe a pulmonía hace rato", sostiene Paul Remy, consultor, conferencista y conductor de procesos de aprendizaje en manejo estratégico de crisis.

Por Paul Remy, consultor, conferencista y conductor de procesos de aprendizaje en manejo estratégico de crisis.

Las estrategias eficaces dependen de muchas cosas —que no voy a enumerar aquí—, pero quizá su mayor potencia reside en el alineamiento de la organización o sistema. Si voy a competir en un mercado con una estrategia de precio, no habrá área interna que no se involucre en el dogma de costos; y si lo hago por innovación, deberá hacerlo hasta el último empleado. Ante un entorno social complicado de una operación minera, dejarle la tarea solo a relaciones comunitarias y que mina, procesos, logística, recursos humanos, legal, seguridad, finanzas, proyectos estén ajenos es desalineamiento puro. Buena parte de los problemas que deberá manejar relaciones comunitarias vendrá precisamente de esas áreas y no podrán crearse sinergias para concentrar los impactos positivos deseados. Un buen test de alineamiento interno es preguntar a las diversas áreas: “Dígame en tres líneas, ¿cuál es la estrategia de relacionamiento social de la empresa a la cual su área y todas las demás se adscriben?”. Si hay respuestas disímiles o no las hay, es síntoma de que no hay alineamiento.

Hace rato que la estrategia para enfrentar el clima antiminero pasó del nivel en que cada operación se las arregla por sí sola para desplegar fórmulas cohesionadas a nivel del sector, a modo de partitura única con algunas variantes y dependiendo de las regiones. Si para el calibre de los retos del entorno social y político se requiere de alineamiento a nivel gremial, cabría hacer el mismo test y preguntarle a cada gerente de empresa minera: “Dígame en tres líneas, ¿cuál es la estrategia de relacionamiento social y político del gremio a la cual todas las minas (incluida la suya) se adscriben?”.

Me consta que hace unos años respondieron en claro alineamiento a una estrategia común de comunicación: “Difundamos los beneficios del aporte social minero, demos a conocer los informes del EITI sobre rendimiento y aplicación del canon, publicitemos los premios al desarrollo sostenible concedidos, diseminemos los reportes de sostenibilidad”, entre otros. De hecho lo hicieron y bien, pero el efecto deseado no fue alcanzado. El punto es cómo responderían hoy.

El entorno social y político del sector minero ha sido redefinido lenta, paciente, sostenida y negativamente durante los últimos 25 años (eso ya es una generación) logrando generar una caricatura alejada de la realidad resumida en la triple C: contaminadora, corrupta y conflictiva. Al ser un sector altamente regulado y escasamente comprendido —a pesar de que se ha comprado todos los boletos de la sostenibilidad—, se ha generalizado la percepción de ser nefasta y prescindible, subiendo una muesca a la percepción que Apoyo Opinión y Mercado revelara en la encuesta del 2004, en el sentido que era un mal necesario. No importa que en buena medida la minería “le pare la olla” al presupuesto público, pues su ineficiente gestión no genera valor para la sociedad. De otro lado, al ser un B2B, pues el público no compra concentrados de cobre o barras doré, no conecta con su importancia. No es como cuando cierra un banco, un centro comercial o una bebida gaseosa —que son B2C—, donde la gente sí siente su ausencia. No hay queja ciudadana si paraliza Las Bambas o Antamina, pero seguramente sí la habría si cierra el BCP o el BBVA, el Jockey Plaza o El Quinde en Cajamarca, o si no hay Coca-Cola o Pilsen. Peor aún si se cayera la señal de internet.

La lógica de la postura antiminera se asocia a un planteamiento ideológico de mayor alcance (que recorre Europa como un fantasma, para los que la ven). Parecería políticamente suicida que, si la minería es el “Messi de la economía peruana”, decidamos sentarlo en la banca. Sin embargo, tiene sentido si se considera que el cuestionamiento ideológico al modelo económico requiere evidenciar su escasa contribución. Si ponemos a Messi en la banca, obviamente no meterá goles. Si no mete goles, es prescindible. Como la economía está en piloto automático (más bien, en ‘chosicano automático’) algo aguantará vía endeudamiento, pero en el camino se cargan un sector, y ese es el objetivo. Luego vendrán los bancos, los centros comerciales, las gaseosas y las cervezas, pues la doctrina marxista busca la eliminación de la propiedad privada. Toda y en cualquiera de sus presentaciones.

Para comprender el proceso que ha insertado tal postura, perniciosa pero muy bien vendida, es necesario ser conscientes de que estamos en una guerra ideológica a nivel mundial entre la democracia liberal con economías de mercado versus los sistemas totalitarios con economías dirigidas. Parecía que con la caída del Muro se acababa la discusión (lo sostenía Francis Fukuyama y su Fin de la Historia) pero se ve que no acertó. En efecto, la izquierda global, en una aggiornada notable (hay que reconocerlo por más que discrepe absolutamente de sus postulados) repensó su estrategia, revisó Marx, Lenin y Gramsci (a este hay que leerlo varias veces), se adaptó a los nuevos modos de opinión de redes sociales (El Dilema de las Redes Sociales de Netflix lo deja muy claro), se apropió de todas las tendencias solidarias y humanistas (los comunistas nos han robado la bandera de los pobres, se quejó el Papa Francisco en el 2014), abogó por la igualdad de hombres y mujeres (al extremo que boxeadores transgénero incursionan hoy en la categoría femenina aporreando a boxeadoras), dejó a la derecha arrinconada solo en materia económica (en lo demás, la derecha tiene hoy un discurso tan progresista como el de la izquierda) y capturó la dirección del pensamiento hegemónico moderno con una presencia en la academia, medios, moda, cine y espectáculo, en perfecta línea con lo que Gramsci planteaba al transformar la superestructura. En el Perú incluye la captura del Estado y con él su aparato coercitivo, concretamente la Fiscalía y el Poder Judicial, aparte de otras capturas para otros fines menos ideológicos y más materiales.

El problema de la minería pasó de gripe a pulmonía hace rato. Toda la medicación antigripal de panadoles y tés (y comunicados, para seguir la línea) es absolutamente ineficaz en este momento. Así encontremos un Panadol de última generación, seguirá siendo un antihistamínico para paliar síntomas pero no causas. La cosa está para antibióticos masivos en donde el paciente se la juega: o sobrevive o allí queda. Estamos en una situación donde el entorno se está reseteando en unas nuevas condiciones de las operaciones mineras. El modo como quede definido dependerá de la potencia de la estrategia y del alineamiento que se despliegue ahora. De otra forma, el sector quedará desperdigado, vulnerable y en retirada desordenada por el campo para ser perseguido y cazado por los lanceros a caballo como conejos.

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