Al reflexionar sobre el petróleo, suelen venir a la mente imágenes de gasolineras, complejos de refinación, pozos de extracción, plataformas marinas o vehículos transportadores de combustible. No obstante, su impacto trasciende estas representaciones. Más que un impulsor de la economía global, el petróleo está presente en la medicina, la moda y hasta en los productos que embellecen a las personas.
En la medicina
Uno de los usos más sorprendentes de este hidrocarburo está en la medicina moderna. El ácido acetilsalicílico, la base de la aspirina, se sintetiza a partir del benceno, un derivado del crudo. Pero la lista no termina ahí. Los antihistamínicos para las alergias, los jarabes para la tos con dextrometorfano y hasta las cápsulas de gelatina que envuelven los medicamentos contienen componentes petroquímicos.
Otro de los medicamentos más conocidos es el paracetamol, que se obtiene también a partir de derivados del benceno. De igual manera, la vaselina, la parafina líquida y los estrógenos sintéticos como el etinilestradiol, usado en anticonceptivos.
Asimismo, las prótesis médicas, como válvulas cardíacas o articulaciones artificiales, suelen fabricarse con polímeros derivados del petróleo por su resistencia y biocompatibilidad. Incluso los guantes de látex, indispensables en hospitales, llevan aditivos petroleros para mejorar su elasticidad. Y en emergencias, las bolsas de suero intravenoso están hechas de PVC, otro derivado del crudo. Sin petróleo, la medicina moderna colapsaría.
En la moda
Por otro lado, en el mundo de la moda, el petróleo ha reemplazado en gran medida a las fibras naturales. Antes del siglo XX, la ropa se hacía con lana, algodón o seda. Hoy, el 60% de las prendas contienen poliéster, un tejido sintético derivado del tereftalato de polietileno (PET), el mismo plástico de las botellas de plástico. Este material, barato y resistente, domina la industria textil, desde camisetas hasta chaquetas impermeables.
No solo las fibras dependen del petróleo. Los tintes sintéticos, responsables de los colores vibrantes en la ropa, también nacen de los hidrocarburos. Antes, los tintes se extraían de plantas, como el añil, o minerales, como el alumbre; hoy, el 99% son artificiales, creados en laboratorios petroquímicos. Incluso el calzado deportivo, con suelas de poliuretano y plantillas de espuma, debe su existencia al crudo.
También en la cocina
En la cocina, donde lo natural parece reinar, el petróleo también está presente. Las sartenes antiadherentes deben su revestimiento al teflón, un polímero fluorado derivado del petróleo. Los envases de yogur, las bolsas de patatas fritas y los films transparentes son obvios, pero hay más: los edulcorantes artificiales, como el aspartame, se producen a partir de compuestos petroquímicos.
Hasta los alimentos procesados contienen aditivos basados en hidrocarburos. Los antioxidantes E-320 y E-321, usados en cereales y margarinas, provienen del petróleo. Incluso los pesticidas que protegen cultivos “orgánicos” contienen nafta o xilenos, hidrocarburos que garantizan su eficacia. El crudo, pues, no solo alimenta los motores de los tractores, sino también a los alimentos mismos.
Arte y cosmética
El petróleo también está presente en el mundo artístico. Las pinturas al óleo tradicionales, hechas con aceites vegetales, han sido complementadas por acrílicos sintéticos basados en resinas petroquímicas. Los lienzos modernos a menudo llevan imprimaciones de látex derivado del crudo, y las esculturas contemporáneas usan fibra de vidrio y poliuretanos moldeables.
En la música, las cuerdas de nylon de las guitarras, los teclados de pianos electrónicos y hasta las baquetas de batería están hechas de plásticos derivados del petróleo. El cine, por su parte, dependió durante décadas del celuloide, originalmente fabricado con algodón, pero luego sustituido por acetato de celulosa, un material petroquímico. Incluso los libros, con sus cubiertas plastificadas y tintas sintéticas, llevan una huella de hidrocarburos.
De igual manera, los productos de belleza y cuidado personal son otro territorio conquistado por el petróleo. La vaselina, un subproducto de la refinación, es la base de cremas hidratantes y ungüentos curativos. Los parabenos y ftalatos, usados como conservantes en champús y maquillajes, son compuestos petroquímicos.
El perfume, que antaño se extraía de flores y resinas, hoy se formula en laboratorios con alcoholes y ésteres sintéticos derivados del crudo. El lápiz labial, con su brillo seductor, contiene ceras y aceites minerales de origen petrolero. Hasta el cepillo de dientes, con sus cerdas de nylon y mango de polipropileno, es un tributo a la versatilidad del petróleo.
Detrás del monitor
La tecnología también está anclada en el crudo. Las pantallas táctiles de los smartphones llevan capas de indio y estaño, pero su estructura está sostenida por plásticos derivados del petróleo. Los circuitos impresos se bañan en resinas epoxi, y los discos duros contienen lubricantes basados en hidrocarburos.
Incluso las energías renovables dependen del petróleo. Los paneles solares llevan recubrimientos petroquímicos para aumentar su eficiencia, y las aspas de las turbinas eólicas están hechas de fibras de carbono y resinas derivadas del crudo.
En resumen, nuestra dependencia del petróleo y sus derivados va mucho más allá de lo que pensamos. El petróleo tiene muchos usos, en muchos casos de difícil sustitución, por lo que seguramente nos seguirá acompañando en las siguientes décadas, incluso en un escenario de transición energética enfocado en su paulatina sustitución como combustible.