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En el Día Mundial de la Seguridad y Salud en el Trabajo, hacemos un repaso sobre cómo las empresas minero energéticas han ido alcanzando altos estándares para la protección de su personal.

Dia del trabajo

En las últimas tres décadas, diversas normas, tanto del sector Trabajo como de Energía y Minas —además de la cultura de seguridad corporativa que proviene de sus matrices en el exterior— llevaron a las empresas minero energéticas en el Perú a, progresivamente, alcanzar altos estándares en la gestión de la seguridad y salud ocupacional. 

La salud primero

Carlos Ponce de León, presidente del subcomité de Seguridad y Salud en el Trabajo del sector hidrocarburos de la SNMPE, refiere que en el caso de su sector el Reglamento de Seguridad para las Actividades de Hidrocarburos del 2007 fue un gran paso en temas de prevención, pero que, desde los años noventa, ya las normas tenían capítulos sobre seguridad que incidían, por ejemplo, en la protección contra incendios en las instalaciones. “El sector de hidrocarburos y el minero han estado a la vanguardia en temas de seguridad”, señala.

Para Rubén Lavado, presidente del Comité de Seguridad y Salud en el Trabajo del sector minería de la SNMPE, las empresas mineras han hecho un enorme esfuerzo al tener comités de seguridad para cada operación, programas de inspección y capacitaciones, y una cultura de seguridad que se ha fortalecido porque para estos temas existe un liderazgo desde la gerencia general. Lavado destaca que en el sector minero, por ejemplo, se pasó desde tener unos 50 mil trabajadores, en los años noventa, a tener actualmente 230 mil trabajadores directos en minería, pero el índice de eventos fatales y accidentes se redujo notablemente. “Hoy las empresas están enfocadas en mejorar su tecnología para alejar a sus trabajadores de la línea de fuego”, indica.

Los riesgos son parte del trabajo, pero varían de acuerdo con las actividades. En hidrocarburos —apunta Ponce de León— hay empresas que perforan y extraen, pero también están las que comercializan o transportan, donde la seguridad depende también de factores externos. Por ejemplo, en el transporte de combustibles por cisterna se puede tener problemas por el tráfico y los malos conductores, y en el caso de los grifos, se necesita de personal concientizado para hacer que los clientes cumplan también con las reglas de seguridad.

Pandemia y nuevos desafíos

El inicio de la pandemia de la COVID-19 en marzo del 2020 fue un punto de quiebre para las empresas minero energéticas y su manejo de la salud en el trabajo. Fue un momento de incertidumbre para todas las industrias, pero estas empresas estuvieron a la altura de la emergencia, elaborando protocolos y procedimientos. “Yo recuerdo estar llamando a mis pares en otras empresas y todos compartíamos qué hacer. Fuimos proactivos, no nos quedamos con lo que indicaba el Ministerio de Salud”, explica Ponce de León. “La experiencia de gestión hizo que reaccionáramos rápidamente. Pudimos adaptar nuestros procedimientos y nos rodeamos de expertos”, añade Lavado.

Con la pandemia también la salud mental cobró mayor relevancia. Las empresas cuentan con programas de atención psicológica, autocontrol o de monitoreo de fatiga, y existen sistemas de trabajo muy flexibles entre días laborales y de descanso (5×2, 14×7, entre otros), además de que las personas tienen hoy, gracias a Internet, facilidades de comunicación con familiares y amigos que décadas atrás no existían. Sin embargo, aunque las redes sociales acerquen a las personas, Ponce de León cree que es vital orientar al trabajador para que además de manejar mejor sus emociones también revise la información que recibe, evitando que los alarmen las noticias falsas. 

Hora de nuevos retos

Vanessa Gonza, coordinadora del grupo de trabajo de seguridad y salud en el trabajo del sector eléctrico de la SNMPE, considera que uno de los retos que tiene su sector es la modernización de las normas. “En el sector eléctrico tenemos una normativa [de seguridad y salud en el trabajo] que data del 2013. Hace un año estamos revisando un proyecto de actualización de la normativa sectorial, que asume los nuevos desafíos empresariales que se dan, pero hay cuellos de botella, por ejemplo, en las certificaciones de equipos”, comenta.

Por su parte, para Rubén Lavado hay tres retos importantes en seguridad y salud en el trabajo. El primero es un reto tecnológico, que consiste en disponer cada vez más de sistemas y equipos que ingresen a los diversos espacios de una mina sin que el trabajador tenga que movilizarse, de esta forma se evita su exposición al peligro y a accidentes que ya no deberían ocurrir en estos tiempos, como por caída de rocas. 

El segundo punto que puede mejorar tiene que ver con el empoderamiento del trabajador para que pueda decir “no” a una tarea que considera insegura. 

Y, por último, tanto Lavado como Ponce de León coinciden en que las empresas contratistas necesitan seguir mejorando su gestión para la prevención de accidentes. Por el tipo de trabajo que realizan, su personal suele ser el más expuesto a estos eventos. La alta rotación de su personal hace que lo aprendido en materia de seguridad se pueda perder y por eso debe ser permanentemente reforzado. 

“Aquí hay un tema de cultura de prevención muy importante. Las empresas podemos trabajar mucho en el tema de cultura de seguridad, pero la intervención es compleja e indirecta con los contratistas, cada uno vive su cultura de manera independiente. Necesitamos una formación que pueda equiparar los estándares, y quizá establecer un perfil para que [nuestros contratistas] puedan trabajar en todas las industrias y vivan la prevención de la misma forma”, concluye Gonza.

Los retos están planteados. Es hora de trabajar en ellos.